dissabte, 21 de gener del 2012

LA SESIÓN CINECLUBISTA COMO ACONTECIMIENTO


Cinema Alhambra. La Gariga. Projecció de "Cinema a la fi" de Meritxell Soler. El públic es veia per fi representat en el mateix espai on passa bona part de l'acció del film. Un cas d'aconteixement cinematogràfic significatiu.

¿Qué perdió el cine en estas últimas décadas?
Quizá si el cine perdió algo de antaño, fue su capacidad de referirse así mismo como acontecimiento significativo. Los mayores de 30 años recordamos grandes colas en los cines, tremendos estrenos exclusivos en las pantallas de las salas de nuestras ciudades. Era un público “entusiastamente esclavizado” que esperaba los largos meses necesarios para que llegaran los exitazos hollywoodienses o sufría los años de paciencia para que los grandes premios de Cannes o Venecia llegaran a las pantallas de arte y ensayo. La exclusividad de la pantalla del cine otorgaba a las películas el caracter de acontecimiento único, de momento especial, que la contemporaneidad ya presenta como diluído. Ahora las nuevas formas de ocio y la multiplicidad o lo disperso de las pantallas ha relativizado el fenómeno del cine como espectáculo exclusivo, donde el público antes entendía de forma significativa que estaba asistiendo a un momento especial, a un acontecimiento memorable. En los procesos de cambio que el cine está sufriendo, hay pocos trabajos de estudio sobre lo que está significando que el cine ya no sea un momento importante en la vida del público. Esa desafección está en la base de la pérdida de público de las salas de cine.


Cineclubs y público
Los cineclubs han trabajado desde su nacimiento en la formación del público, considerando el cine como un objeto de estudio y un artefacto que sirve para la cohesión social a través del diálogo y de los procesos de compartir, entendiendo el cine no tanto como pura diversión (aunque también) sino como ese momento significativo que se produce cuando al público se convierte en parte esencial del proceso de la exhibición cinematográfica. Creo importante considerar que la relación cine y público ha avanzado en paralelo por caminos muy distintos si consideramos las dos motivaciones esenciales para proyectar cine delante de un público: bien desde objetivos empresariales, bien desde lo no lucrativo, donde cineclubs y asociaciones llevan trabajando desde hace más de 80 años.

La Fiesta, en el orígen del evento como manifestación de tradición popular

Centrándonos ya en las formas de exhibición cinematográfica de raiz asociativa (cineclubs), me gustaría reflexionar sobre la importancia del “acontecimiento” en la historia de los espectáculos de raiz popular1. Seguramente es La Fiesta uno de los antecedentes imprescindibles para reflexionar sobre la importancia del acontecimiento cultural como catalizador de los intereses de la comunidad. La Fiesta fue desde siempre la forma posible de romper con el tiempo laboral, con las normas de conducta, los códigos de comportamiento, así como una inmersión en una experiencia liberadora y efervescente. Siendo las fiestas de Carnaval el perfecto ejemplo para mostrar este efecto de insumisión al orden establecido. La Fiesta tiene sin duda la característica de evento subversivo y vive la utopía de un retorno imaginario hacia una idea de igualitarismo. La Fiesta sería una forma de cataris de la comunidad, construcción de ritos para deshacer imaginariamente las normas y volverlas a aceptar inmediatamente después. El proceso histórico de La Fiesta nos lleva a entender que modernidad y rito o tradición van demasiado de la mano como para creer, como hacen algunos, que son antitéticas, cuando al contrario, transcurren en paralelo por la historia.

En ese devenir hitórico de La Fiesta, constantemente aparecen elementos, que, desde el poder, intentan regular y protocolizar los ritos, con el claro objetivo de censurar comportamientos “altamente subversivos”. Así aparecen ya desde la Edad Media en España (SXII-XIII) y en las fiestas de Corpus, por ejemplo, normas de las instituciones eclesiásticas para regular las primeras ocupaciones ludicomunitarias de la calle y sus desfiles religiosos. El conflicto entre lo normativo y lo espontaneo popular estaba servido.

A partir de inicios del XVI elementos humanistas se introducen en La Fiesta y junto al bestiario religioso aparecen nuevos elementos narrativos en los espectáculos: batallas, historias de reyes, caudillos, hombres y mujeres... personajes que estan más cercanos al público que santos y demonios. Bailes y canciones de maridos engañados por jóvenes hermosas, cuentos de molineros, avaros cornudos.... Temáticas eroticosexuales que se suman al imaginario popular. La introducción de estos elementos fue tan importante que mucha de esas fiestas nacidas en ese momento han llegado a nuestros días2. Uno de los aspectos que voy a tratar más adelante y que me parece altamente significativo es la importancia de la oralidad y el texto en los espectáculos de raiz popular. La aparición del texto, la palábra y el diálogo fueron elementos fundamentales de los nuevos modelos de Fiesta. Nuevas canciones populares, teatro de texto en la calle o rondallas que hicieron un uso constante y divertido de la sátira y de la crítica que enfadaba a las clases dirigentes y divertía a las populares.

La llegada del concilio de Trento significó un intento por regular la disciplina pública. Significó un retroceso en la libertad de La Fiesta. Es en ese momento que aparece la obligatoriedad a instituciones religiosas y civiles de un marco estructurado, de unos estatutos que debían ser aprobados por la autoridad civil. Estas instituciones reguladas seran las que tengan la responsabilidad de la organización de procesiones y manifestaciones religiosas de origen popular. Bulas papales, por ejemplo, acabaron con fiestas populares en la que los toros eran protagonistas como el correbou de Cardona en 1567. Felipe II intercedió ante el Papa para levantar la bula algunos años después.

Un nuevo espíritu reformador en España llegaría a partir del XVIII con la ilustración católica y la influencia de importaciones francesas e italianas. Las limitaciones a La Fiesta popular en todas sus manifestaciones se recrudecen desde una ilustracioń que pretendía erradicar lo ancestral, lo autóctono y lo identitario. La Memoria para el arreglo de la policía de los espectáculos y diversiones públicas y sobre su orígen en España de Gaspar Melchor de Jovellanos en 1790 proponía la abolición de la teatralidad popular por sus “necedades e indecencias”. A pesar de ello, la respuesta de algunas manifestaciones de la cultura popular fue radical. Depuraron elementos anacrónicos y actualizaron los textos popularizando aun más los espectáculos. En 1777 se prohibe, por ejemplo, el Carnaval de Barcelona.

El espíritu liberador de las Cortes de Cádiz de 1813 y los efectos de la revolución burguesa llevaron a la quiebra del poder de los gremios y a la aparición de nuevas asociaciones populares que pasaron a gestionar las diferentes fiestas. No es para nada baladí considerar un momento fundamental de la historia asociativa la abolición de los gremios. Sociedades diversas representaban los nuevos modelos liberales y burgueses. El desarrollo del modelo urbano de La Fiesta llevó a una extensión de la misma a través de la sátira y la crítica, especialmente desde plumas anónimas. Características de una Fiesta que entra en la era industrial y abandona la preponderancia de la fiesta rural, siendo el público cada vez más el reflejo de una sociedad urbana, más industrial y tecnológica.


Cineclubs, manifestación asociativa, heredera de La Fiesta, del “acontecimiento” popular

El cineclubismo comparte con el asociacionismo popular tantísimas cosas. Generadora de cultura popular, el cineclubismo permite la creación de discursos no hegemónicos que representan a una parte de la sociedad que visiona las películas. Alejada de la política institucional o oficial, la de las élites, la cultura popular es la que produce el pueblo, organizado. Un cineclub es la forma más clara de organización del público. La cultura oficial ejecuta productos culturales manufacturados, sin importarle en esencia el público. Han de ser asimilados tal cual. La cultura popular es aquella que es producida y es apropiada por la gente. Gente, pueblo, la plebe, o como Gramsci significó clases subalternas. Cultura viva, cultura vivida, cultura popular.

Esa tradición popular, esa presencia histórica de La Fiesta como elemento subversivo, crítico y antihomogeneizador está en la base para el desarrollo de acontecimientos significativos, momentos memorables e importantes en las proyecciones cineclubistas.

El cineclubismo, enfocado desde esta perspectiva tiene la capacidad, al contario que los modelos empresariales, de producir acontecimientos significativos bajo la forma de exhibición cinematográfica. Estas sesiones cineclubistas pueden funcionar, al igual que La Fiesta como elemento generador de un discurso propio y popular, alejado (o no) tanto del del autor, como del discurso dominante. En cuanto que intervienen factores como la oralidad, el debate, el texto y el diálogo, la capacidad “subversiva” de estas sesiones, las convierten en acontecimientos sociales significantes. Y recogiendo ese testigo proviniente de la cultura popular, abordaré algunos aspectos más prácticos para conseguir que nuestras proyecciones cineclubistas sean proyecciones únicas, “divertidas” (W.Benjamin) y sean capaces de generar nuevos discursos a partir del discurso del film y de su autor.

¿Cuales son las diferencias significativas entre una exhibición comercial y una que no lo es?

Decía al principio que el cine comercial está perdiendo lo que tuvo de excepcionalidad en el pasado. Las proyecciones en 3D, la retransmisión de opera en directo o de acontecimientos deportivos van en ese intento de recuperar la exclusividad que han ido perdiendo a favor de otras pantallas. Yo parto de la idea de que no existe competencia entre las salas de cine (cultura de masas) y la red de cineclubs (cultura popular). Sus objetivos son tan diferentes que permiten tanto a unos como a otros construir estrategias diferentes en la organización de una sesión de cine.

Primero tendré que avanzar que generar una sesión que pretenda ser un acontecimiento, genera un esfuerzo suplementario. No basta con programar y esperar sentado que el público corra a nuestras salas cineclubistas. Pero si queremos aumentar la media de asistencia del público, tenemos que ver si vale la pena o no, invertir tiempo y esfuerzo. Puesto que pienso que solo así conseguiremos un público satisfecho, parto de la idea de que si vale la pena.

La oralidad

Que al público le gusta dar su opinión y escuchar la de sus semejantes, no tendría que sorprender a nadie3. Para los cineclubs, dar la palabra al público será romper con la idea de que el film solo incorpora un único discurso, el del autor. Y conseguir así que a través del público se construya un nuevo discurso, que enriquecerá la vivencia por parte del público del film visionado.

El POC (Pratiques cinématographiques orales) grupo de investigación de la Universidad de Montreal y que estudia la relación de la oralidad en el cine está incorporando recientemente en sus análisis la práctica cineclubista como ejemplo del uso de la palabra en la exhibición cinematográfica 4.
Lo ideal para el debate cineclubista es contar con la presencia del realizador o alguna persona del equipo, pero eso no es siempre posible. De todas formas, los cineclubs deberían tener una línea de promoción del cine nacional, en la que pudieran dar cabida regularmente a la presencia de realizadores o miembros del equipo en las salas cineclubistas.
Para aquellos casos en los que no hay presencias, tenemos otras alternativas. Esa oralidad como expresión soberana del público no se da solo en las salas sino que es frecuente que continue en espacios como el halls de los cines, en bares o directamente en la calle. Los cineclubs deberían fomentar estos espacios de oralidad al finalizar la exhibición. Esos espacios de distensión favorecen la aparición del diálogo, de la propia opinión del público. Tener en cuenta estos aspectos favorecerá que el público retenga en su memoria esa sesión considerándola como un “acontecimiento” significativo.

Valores añadidos en la regularidad de una programación cineclubista

Cuidar las sesiones regulares con el objetivo de que todas sean especiales nos ayudará por un lado a fidelizar a nuestro público y por otro a cumplir con esa tarea que históricamente el cineclub ha venido realizando: la formación del público. Como por ejemplo con las típicas hojas de sala que incorporan la información sobre el film. Pero también hay elementos que los cineclubs podemos trabajar y que fomentan esos espacios de proximidad en los que las proyecciones de cineclub se acaban convirtiendo. Recibir al público personalmente, darle la hoja de sala en mano son gestos que favorecen ese trato amable entre iguales. No es para nada extraño que la entrada a la sala se convierta en un cruce de frases preguntando por amigos comunes, la salud de los familiares o una cita para otro espectáculo. Solo en estos ámbitos asociativos se dan estos marcos de confianza tan especiales.

Conclusión
Este texto pretende por un lado reivindicar el pasado de la cultura popular como generadora de acontecimientos significativos para las personas, que quedan en la memoria, y por otro lado generar una reflexión alrededor de todo lo que se puede realizar desde el cineclubismo para que nuestras sesiones sean eventos especiales, generadoras de momentos significativos para la comunidad cinéfila.

JL
1Para esta parte ha sido importante el artículo de Jordi Bertarn sobre “La Fiesta” como fenómeno comunitario. Las fiestas relacionadas con el calendario agrario, el Carnaval, las fiestas del solsticio... que desde el siglo XII estan presentes en nuestra cultura mediterránea. Jordi BERTRAN. La Festa: la il·lusió del permanent des de la transformació contínua. Revista Cultura. N.1. Barcelona 2007.
2El ball dels vells (Tarragona)
3En la sesión de mi cineclub del día 20 de enero 2012 se proyectaban dos documentales de una escuela de cine. Durante el debate la situación se fue calentando debido a la disparidad de opiniones. Una persona entre el público realizó una reflexión. Comentó que era una suerte disponer de espacios de diálogo, incluso cuando eran así de controvertidos, después de una proyección. Que a veces uno podía tener la impresión, al finalizar una proyección, que todo el mundo estaba de acuerdo, que formaban parte de un todo. Solo el debate mostraba lo encontrado de algunas opiniones y la riqueza de descubrirse diferente e igual a otras personas.
4http://www.poc.uqam.ca

Leyenda de la foto:  Cinema Alhambra. La Gariga. Projecció de "Cinema a la fi" de Meritxell Soler. El públic es veia per fi representat en el mateix espai on passa bona part de l'acció del film. Un cas d'aconteixement cinematogràfic significatiu.

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada